domingo, 1 de abril de 2012

Capítulo VI - Telémaco Arjonis, el trovador

El caso que hoy nos ocupa es por demás asombroso. Si bien esta enciclopedia se caracteriza por estar habitada por curiosidades históricas y biografías prácticamente desconocidas, no deja de ser un hallazgo que nos enorgullece este capítulo especial que es fruto de años de trabajo de investigación.
Concretamente, estamos en condiciones de someter a la consideración de nuestros lectores la historia de Telémaco Arjonis, el trovador del pueblo. Hijo de Egisto, el navegante y una sirena llamada Eurídice, Telémaco desarrolló desde muy pequeño un sentido musical muy particular. Acompañado por su arpa, era capaz de hacer canciones con frases muy elementales pero que, a pesar de su precariedad, embelesaban a los que las escuchaban.
Esto era adjudicado, en parte, a que su madre era una sirena y es sabido que los cantos de esta especie tienen poderes hipnóticos. Este argumento les sirvió también a los demás chicos de algunas colonias griegas para asegurar que Telémaco era medio pescado.
Lo cierto es que Arjonis creció al ritmo de su fama, y si bien comenzó a cantar en las calles por unas monedas, pronto su público empezó a reclamarle otros escenarios. Lo sorprendente es que crecer como artista no lo llevó a perfeccionar su sintaxis y su prosa era abiertamente chabacana y vulgar.
A sabiendas de que sus canciones tenían un efecto irresistible, le ponía poca atención al cuidado en el armado de los versos y a la forma de expresar sus emociones, aún las más bajas. “Si te agarro te parto” es una de las piezas más reconocidas de este peculiar cantautor, algunos de los versos de esta composición son éstos:


Si te agarro te parto
tierna hija de Afrodita
de tus desaires estoy harto
y de tu fama de maldita.

Tienes más revolcones
que un gladiador romano
empezaré por tus talones
hasta donde llegue mi mano.


Como podemos ver, la composición tiene muy poco de poética, es más bien chocante y hasta repulsiva. Sin embargo las aldeanas desmayaban por temas como éstos y se enamoraban perdidamente de Telémaco que no hacía otra cosa que llenar sus bolsillos de dracmas. La fama de este juglar, devenido en ídolo popular, creció de tal manera que llegó a llenar doce veces el Partenón con una serie de recitales sin precedentes. Tal fue el fenómeno que se dio en torno a su figura originó el nacimiento de la Escuela Arjónica que luego fue retomada por filósofos de la zona y transformada, menos por necesidad que por vergüenza de su origen, en la Escuela Jónica (famosa por sus columnas) que tuvo su apogeo en el siglo VI a.C y cuyos principales exponentes fueron Tales, Anaximandro y Anaxímenes, todos oriundos de Mileto (lugar al que Arjónis le dedicó unos versos irreproducibles) y Heráclito de Éfeso. El rasgo distintivo de esta corriente filosófica se basaba en la tendencia “arjoniana” de ver la realidad de una manera natural, casi salvaje.
Otra característica de Telémaco Arjonis era su uso y abuso de las contradicciones y la convivencia permanente de los opuestos como lo expresara en muchas de sus composiciones como su ya clásica “Agarrame que me caigo”:
Soy un guerrero sin guerra, / un romano sin perra  / ni loba que lo amamante. / Soy un pájaro sin vuelo / que vive besando el suelo / como la trompa del elefante. / Y cuando subo hacia abajo / siento como un desarraigo / y te grito en mi silencio / ¡Agarrame que me caigo!
Heráclito, el representante más importante de esta escuela expresó estos conceptos con mayor nitidez a través de preceptos filosóficos como los siguientes:
La realidad es contradictoria, en su seno se dan elementos opuestos. Los elementos opuestos se necesitan unos de otros. El movimiento como rasgo básico de la realidad tiene su origen en el enfrentamiento, oposición o lucha entre los elementos contrarios.
Pero el descubrimiento más sorprendente de este extenso trabajo es que Telémaco Arjonis es un ancestro directo del popular cantautor contemporáneo Ricardo Arjona, quien desconoce por completo este antecedente histórico, pero resulta ser un reflejo casi exacto de su antecesor griego. 
Si tomamos algunos versos de Ricardo Arjona observamos una coincidencia total en la conformación de la estructura y la temática de las composiciones con Arjonis, el trovador popular. Basta con citar estos casos contundentes:

“De vez en mes con tu acuarela, / pintas jirones de ciruelas, / que van a dar hasta el colchón.”

“…levantarle la falda a la gorda del barrio”

“Acompañame a estar solo… / Acompañame al silencio / de charlar sin las palabras…”

“No es ninguna aberración sexual / pero me gusta verte andar en cueros; / el compás de tus pechos aventureros / victimas de la gravedad / por eso me gustas tal y como eres; / Incluso con ese par de libras de más.”

Y para rematar uno de los versos más llamativos de neto corte “arjoniano”:

Tu reputación son las primeras seis letras de esa palabra / llevarte a la cama era mas fácil que respirar / Tu teléfono es de total dominio popular / y tu colchón tiene mas huellas / que una playa en pleno verano / Has hecho el amor mas veces que mi abuela / y aún no acabas ni la escuela.

El autor de esta enciclopedia se muestra complacido por los resultados de su trabajo pero comparte con los lectores el hecho asombroso de que artistas como Telémaco Arjónis hace muchos siglos y su descendiente güatemalteco, obtengan el beneplácito de un público mayoritariamente femenino en el que producen una histeria inexplicable con piezas musicales de dudoso gusto. Estamos convencidos de que hay formas más agradables de decir las mismas cosas o incluso –piadosamente- no decirlas. Otros autores lo han demostrado sobradamente, pero el éxito tiene sus caprichos y en ocasiones alimenta con sus mieles a personajes que, a pesar de todo, son medio pescados.

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